Lic. Andrea F. Amendola

Psicoanalista de la orientación lacaniana. Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Atención online y presencial. Niños, adultos, adolescentes, parejas y familias. Supervisión clínica a colegas y grupos clínicos de estudio. Contacto: 15-4414-1330

Artículos a la Comunidad

Fascinación y prisión

Gabriela Grinbaum

Psicoanalista EOL y AMP

AE (2014-2017)

El fantasma, pantalla que vela el lazo del sujeto a lo real, al tiempo que entabla un modo de ver lo real…

¿Qué ocurre cuando aquel punto de vista sobre lo real produce tal fascinación que el sujeto no quiere salirse de él?

Estoy hablando de mí, o mejor, de mi caso.

Despertar al otro, con el correspondiente correlato de no dejarlo dormir y por ende no dormir. «Ya habrá mucho tiempo para dormir», era la frase risueña con la que el sujeto en cada ocasión desafiaba a la muerte.

Hablar sin parar para no toparme con el silencio mortificante del padre.

Adoptar el semblante masculino para ofrecer el varón del que el hermano se escabullía.

Exagerarlo todo para despertar el interés del analista.

Trabajar sin cesar para hacerse amar en el intento de enseñar a la madre la receta que respondía a su insatisfacción respecto al amor de mi padre.

«Hacer hablar hasta a las piedras», en la práctica, para teñir con palabras el silencio inquietante de los analizantes.

El Otro me quiere, me necesita, para vivificarlo.

El empuje a reparar a todos.

Ser «el más» que completa al Otro hacía de mi vida un «sin límites».

«Vos siempre una de más», era la queja del partenaire que conducía a los cortocircuitos que en el cotidiano volvía el lazo perturbado.

Esa ficción, brújula de mi vida, orientaba todo. ¿Y saben qué? Era incurable… años de análisis… por eso digo, fascinaba al sujeto.

Aún así asomaba cada vez la queja y el riesgo.

Confundiendo el sin límites con el goce ilimitado de lo femenino.

Prisionera de mi fantasma que me aseguraba un lugar en mi pequeño mundo.

Escenario, axioma fantasmático que daba una significación al goce.

Tanto habrán intervenido los analistas para tocar ese punto de lo real invariable.

Fue la que recuerdo, aquella que me figuro, permitió su atravesamiento: «Ud. es el agente de la reparación».

Cuyos efectos de reducción de la posición de reparadora permitieron -como lo enunció Leonardo Gorostiza- «maniobrar con la voz en lugar de ser maniobrada por ésta, poder soportar el silencio por una transmutación del silencio mortificante e insoportable del padre en un silencio que ocupa el lugar de la causa».

Y de lo demás… quedó basta

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