Lic. Andrea F. Amendola

Psicoanalista de la orientación lacaniana. Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Atención online y presencial. Niños, adultos, adolescentes, parejas y familias. Supervisión clínica a colegas y grupos clínicos de estudio. Contacto: 15-4414-1330

Artículos a la Comunidad

¡Me lo hace a propósito!



Tantas veces esta frase ha resonado en mi consultorio. De boca de mujeres que suponen malas intenciones en su pareja. En otros casos muy frecuentemente, madres enojadas con sus hijos. Creen fehacientemente que su hijo se porta mal a propósito, que se lo hace a ella y a otros no. Esto empeora la cosa, la madre enojada no logra armarse una pregunta sobre ¿qué le pasa a mi hijo? ¿hay una intención o mi hijo se desborda sin control de lo que hace? Siempre es más doloroso para una madre darse cuenta que se trata de una falla en ella ó en su hijo -o en ambos- que de malas intenciones.
Cuantas veces algunos hombres me han dicho en su análisis “ella me lo hace a propósito, me hace enojar”, un modo tan tan delicado que en el peor de los casos ha llevado a justificar reacciones violentas contra su mujer. Y en ocasiones al revés, mujeres que se han quejado de ser violentadas por su pareja y argumentar que por eso ellas se volvieron violentas. El enojo y la violencia es de cada uno.
Son terrenos sensibles y delicados de abordar. Habría que verlo uno por uno, desde una generalización no podríamos acertar demasiado, pero sí podemos partir del… ¡me lo hace a propósito! Como una frase que en general circula y que, una vez pasada por el trabajo del análisis, logramos encontrar sus verdaderos resortes.
La podríamos llamar: frase fantasma, porque crea algo malo allí en donde tal vez sólo haya un vacío.
Recuerdo hace muchos años, una hija adulta, que se quejaba de su madre anciana decía: “¡me lo hace a propósito! Cada vez que la higienizo y estoy por irme se hace encima justo cuando me voy”. Este ejemplo nos permite pensar cómo alguien que carga con el dolor del deterioro de una madre, no logra aún incorporar que lejos estaría en una escena así una mala intención, pero es más tolerable seguir creyendo que esa madre aún tiene voluntad y capacidad de acción que darse cuenta de que esa madre se está perdiendo de a poco.
En ocasiones, cuando por ejemplo trabajo con niños, más de las veces tengo que citar a sus padres para poner a trabajar estos “¡me lo hace a propósito!” ya que, en ocasiones, el niño es castigado por algo que escapa a su voluntad y eso lo único que genera es un empeoramiento de su subjetividad.
Orientación: cuando esa frase afirmativa los tome con convicción, al menos, tómense unos segundos para transformarla en un ¿me lo hace a propósito?
Un psicoanálisis permite conmover esas certezas fantasmáticas que ciegan para abrir los ojos y, sobre todo, la escucha, hacia nuevas lecturas posibles.

Lic Andrea F Amendola


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