Lic. Andrea F. Amendola

Psicoanalista de la orientación lacaniana. Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Atención online y presencial. Niños, adultos, adolescentes, parejas y familias. Supervisión clínica a colegas y grupos clínicos de estudio. Contacto: 15-4414-1330

Libros

Una mujer sin maquillaje

Autora: Gabriela Grinbaum

Editorial: Grama

Una mujer sin maquillaje es un libro que despierta y entusiasma, al menos ese ha sido el efecto subjetivo en mí. Al ir adentrándome en sus letras, podía notar que sus testimonios tienen mucho de Macedonio porque al igual que él, ella enseña por añadidura que un análisis es una operación de lectura que sólo es posible realizar desde sus propias inquietudes.

El deseo del analista es esa inquietud incesante que emerge del propio análisis y que Gaby supo llevar hasta el final de esa experiencia para ponerlo a trabajar en el pase.

Inquieta y curiosa, se la lee decidida a investigar qué es el fin del análisis para ella y es así como en cada testimonio nos transmite cómo el psicoanálisis propició cambios en su vida. Lo que se cura y lo que no y la ganancia de saber al respecto. Lo que no se sabía, la repetición en las preguntas y lo que ya no produce más interrogantes.

Enseña de un modo simple y notable lo que hace un análisis de la orientación lacaniana. Y más aún, algo que es de un valor cuya vigencia atesoro, aquello que un analista de esa orientación encarna en su caso, esto es: ser sin sabor propio. Así es como su analista hace lugar al más de Gaby, eso que JAM define como la disciplina del analista: «aprender a ser sin sabor propio. El deseo del analista es que el sujeto pueda conocer su propio sabor… para eso él mismo debe ser soso».
Así, contando con un analista sin maquillaje es que fue posible para Gaby ser una mujer que decide librarse del maquillaje infernal  y enloquecedor del fantasma. ¿Por qué no pensar al fantasma como ese  maquillaje que seduce al propio sujeto encandilándolo?

Aún siendo el saber sobre el goce algo esquivo, como muy bien lo precisa Graciela Brodsky, Gaby nos transmite de un modo precioso cuál ha sido su singular invención respecto de la feminidad.

Lozana, un primer acercamiento a la experiencia del análisis con un analista freudiano, le hace saber que no es por allí el camino. El silencio del analista deviene mudez y no hacer lugar a su más. Dice Gaby: yo no pude decir más. Su más tenía que ser alojado. El analista simplemente le pide que apague el cigarrillo, maquillaje de más que fosiliza. No obstante, aunque el intento fue fallido ella supo servirse de la buena manera frente a  los análisis que conduce.

Atravesada por la búsqueda de la mujer diferente con el sello de lo original, leemos a una mujer inquieta que advierte la trampa de los semblantes universales de lo femenino.

¿Serían las mujeres homosexuales aquellos íconos de un  “mon cul” a esos maquillajes y por eso Gaby se sentía fascinada por ellas?

El lugar de la retardada en la transferencia abrió la puerta a controlar con quien sería su tercer y último analista. Él la hacía partenaire de la adelantada, marca materna propiciatoria que Gaby luce en su deseoso trabajo por la causa y que este analista ha sabido  recortar muy bien. Una interpretación atraviesa el contouring del fantasma, revelando la posición de Gaby:   ”Usted exagera  para despertar más interés en el otro”, conmoviendo así el goce mortificante que pasa a ser metabolizado en un hallazgo que constituye una reducción reveladora: “usted es el agente de la reparación”. Reparar al Otro, ese sinthome cuya lista se volvía interminable. El analista logra así operar un pasaje del reparar excesivamente en el Otro a un permitir que los otros reparen en ella.

Nos cuenta cómo tempranamente quedó ubicada como el sujeto supuesto saber reparar la relación sexual que no hay, signo de la neurosis cuyo vicio es hacer de ese azar destino.

Una de más, su inevitable motor, hunde sus raíces en esa curiosidad infantil que no cesa y que fundamenta  desde su neurosis el deseo de esa analista decidida a despertarnos.    

Este libro no sólo nos acerca los testimonios de Gaby, es también una enseñanza original porque gracias a no estar provisto de los maquillajes técnicos ni de fórmulas que nos dejarían como retardados tratando de comprender, Gaby tiene un bien decir naturalmente despertador. Lectores, no sólo no van a poder dejar de leerla porque su escritura causa a reparar en ella, sino que hay una enseñanza esencial y consiste en la función que el deseo del analista puede alcanzar en la vida de alguien.

En este caso, cuando Gaby dice “el tercer analista supo ubicarse en el lugar que más convenía, jugando el juego en la transferencia de partenaire de la joven adelantada, recuperando el lugar de falo del Otro, reactivando la niña audaz y original del padre. Sólo desde ahí fue posible la caída del padre idealizado. Reubicando el partenaire, más allá del consejo de la abuela de la neurosis infantil, tendiendo los puentes hacia un verdadero encuentro con el hombre de mi vida” nos testimonia de ese alcance.

Traza una distinción enseñante entre la mudez y el silencio y cómo en su caso lo femenino asoma cuando deja de ser la voz para el padre.

El fantasma histérico marcaba pasar por un hombre para alcanzar a una mujer, no sin la marca de la receta de la abuela acerca del amor,  hasta que otro goce la sorprende más allá de los bornes fantasmáticos articulado a la construcción de la metáfora del amor. El encuentro con ese goce del final no hubiese sido posible sin el recorrido analítico. En su bello decir: “fue el cuerpo que me enseñó lo que de la teoría era solo un murmullo”.

Un esclarecimiento del final: lo femenino es la máscara misma. Una mujer son muchas mujeres. La maternidad en su caso fue posible cuando pudo encontrar la manera de lidiar con lo femenino.

De esta manera, Gaby ubica cómo su locura provenía de su fantasma: el Otro me quiere, me necesita para vivificarlo, empuje del fantasma a un goce demoledor. “Usted es el agente de la reparación” permitió el atravesamiento  de ese fantasma, revelándole al sujeto la  inexistencia del Otro. Considero que se trata justamente de una intervención que viene a cuestionar la relación de lo que se escucha con lo que se dice, en una lectura fuera de sentido que atraviesa el encandilamiento fantasmático.

Es en el teatro de la vida que ella advierte que el Otro se las arregla muy bien sin ella y se revela entonces el reverso pulsional en juego:  proveerse de otro que no vive si ella no repara en él: se repara al Otro para asegurar ese ser de gocesentido que el fantasma congelaba.

Gaby descubre así que hay siempre un agujero imposible de reparar, un reparar que  resta pero  que ya no le produce angustia.

Gaby despierta, la causa no estaba en el Otro. El pase le permite así captar la mentira de la solución fantasmática.

Y así es ella, quienes la conocemos de cerca sabemos de su fresca originalidad, de sus “más” vitales, por demás generosos y amorosos. En cada cura, en cada control, cuando tengan el gusto de ir a verla deberán esperar a que descorra el telón, porque de eso no tengan dudas, de que ella… reparará en ustedes, sin luz ni cámaras pero… en acción.

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